miércoles, 4 de marzo de 2009

Candela.

Llevo una piedra colgada en el espejo retrovisor de mi coche. Es una piedra muy especial...
En agosto fuí con mis amigos al valle de Pineta, en el Pirineo aragonés. Allí me encontré con Candela, una niña de cinco años preciosa con la que hice una gran amistad. Jugamos todo el día, primero durante la ruta, después en el río, usamos como juguetes montones de cosas que la naturaleza nos ofrecía. Fué muy divertido, Candela se reía todo el rato, y a mi se me llenaba el corazón de alegría, de esa alegría que solo te irradian los niños.
A Candela se le había caído un diente días atrás, y esa noche al refugio de montaña del valle donde dormíamos, llegó el ratoncito Pérez, y le dejó a Candela bajo la almohada un colgante de amatista para que lo colgase en su pequeño cuello.
Por la mañana, debajo de mi almohada, encontré una piedra de río con un agujero, la había dejado Candela para mí.
Esa piedra es ternura, cada vez que la veo colgada en mi coche, le doy un apretón con mi mano y recuerdo a Candela, y le mando todo el cariño que puedo y montones de juegos para que siempre ría y se lo pase bien.
Un beso Candela.

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